viernes, 19 de junio de 2015

¡¡Aaaachiis!! ¿Por qué tenemos alergia?


 
Muchos de nosotros odiamos la primavera. Pese a que los días son más soleados, más horas de luz y apetece estar más en la calle. Odiamos las flores, odiamos el polen y odiamos las alergias...

Polen de Olea europaea (Olivo), un típico alérgeno para muchas personas. Por Zeiss Microscopy, Vía Flickr. Algunos derechos reservados (CC)


¿Por qué las flores producen polen? ¿Es solo para molestarnos?
La respuesta rápida es: no. Pero vamos a averiguar por qué ocurre este fenómeno a que llamamos polinización.

¿Qué es y para que sirve el polen?
El polen no es más que los gametos masculinos de las plantas, es decir, sería como los “espermatozoides” de las plantas. Sirve para fecundar a las partes femeninas de las plantas y así obtener frutos y semillas.

¿De dónde viene? ¿A dónde va?
Se produce en la parte masculina de las flores, en los estambres, y va hacia la parte femenina, los carpelos donde se encuentran los óvulos. Pueden ser de la misma planta, monoicas (mono, uno; Oikos, casa) o en diferentes plantas, dioicas.

Pero ¿Por qué hay tanto?
Las plantas para reproducirse no se pueden mover, con lo cual tienen que ingeniárselas y servirse de diversos mecanismos para conseguir sus objetivos. El polen tiene que llevar a fecundar el óvulo. Esa es su misión y para ello cuentan con diversos tipos de polinización, que tienen nombres derivados del griego, donde “philos” significa amor; pues en el fondo, las plantas no buscan más que hacer el amor.
  • Zoófilas: son aquellas plantas que para su reproducción (philos) se valen de animales (zoo). Esto es por ejemplo, todas aquellas que se sirven de insectos polinizadores (como las abejas, en gran peligro de extinción), u otro tipo de animales (los murciélagos o algunos pájaros como los colibríes también ayudan en esos menesteres).
  • Hidrófilas: son plantas que para su reproducción se sirven de cursos de agua, como ríos o pequeños arroyos. Suele tratarse de plantas acuáticas o que viven cerca de estas áreas.
  • Anemófilas: Anemo, del griego viento. Son las plantas que hacen el amor con el viento, esto es, se sirven del viento para su reproducción. Y señores, señoras, aquí es donde nos encontramos el problema de las alergias. Las plantas anemófilas, “saben” que no todo su polen va a llegar a su destino y por ello tienen que producir no mucho, si no muchísimo. Y es toda esta cantidad de polen, cuyo único objetivo es que al menos un pequeño porcentaje pueda llegar a flores femeninas; el que interfiere en nuestras vidas.

    Espigas bailando con el viento (Spikes dancing in the wind), por Moyan Brenn. Vía Flickr. Algunos derechos reservados (CC).

¿Qué pasa después?
Cuando el polen llega a la parte femenina o gineceo, a lo que llamamos estigma o pistilo, primero lo tiene que reconocer. Si en el estigma no hay receptores para ese grano de polen, la parte femenina de la flor, ni se inmutará. Si por el contrario, se activan los receptores ("¡Oh, es él, me he enamorado!") tendrá que abrirse paso hasta llegar al óvulo. El óvulo se encuentra en el carpelo. La única manera de abrirse paso, es crear un conducto para pasar, que es lo que se denomina tubo polínico. Una vez que éste se ha formado, el núcleo del grano de polen se abre paso y finalmente, surge el amor, y con ello la fecundación.
Tras esto, se formará la semilla, en muchas ocasiones rodeada de un fruto, cuya función es favorecer su propagación o su protección.

Vale, muy bien todo esto ¿pero por qué me da alergia?
Nuestro cuerpo piensa que el polen es dañino, aunque realmente no lo sea, y se pone a la defensiva, sobre todo en el mundo limpio y aseptizado en el que vivimos. Gracias al uso generalizado de productos de desinfección y limpieza, hemos conseguido mantener a raya muchas enfermedades, pero pagando el precio de tener un sistema inmunitario bastante ocioso, pues ya no tiene grandes amenazas contra las que luchar. Así, al "aburrirse", responde de manera desaforada a pequeños estímulos que en realidad no son dañinos, como el polen. Éste último, al entrar en contacto con nuestras mucosas, es reconocido como un antígeno de los gordos, o sustancia muy dañina. Es inmediatamente reconocido por los anticuerpos, quienes llevan la señal hasta las células encargadas de liberar la histamina, mastocitos.

Mastocito en la médula ósea, con tinción de Wright. Por Ed Uthman. Vïa Flickr. Algunos derechos reservados (CC).

Esta histamina, liberada en grandes cantidades, será la encargada de avisar a todo nuestro cuerpo produciendo respuestas como aumento de moco, tos, estornudos, etc.

¿Entonces es por eso por lo que el médico me recetó antihistamínicos?
Claro. Los antihistamínicos evitan la producción de histamina, y detienen la respuesta secundaria de la alergia. ¡Ojo! Nuestro cuerpo sigue percibiendo el alérgeno y mandando la señal, pero se para en el punto de producción de histamina, para evitar que pasemos un mal rato moqueando y estornudando.

Alergia al polen (Hooikoorts/Hayfever), por Marco Raaphorst. Vía Flickr. Algunos derechos reservados (CC).


Bibliografía:



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