domingo, 1 de noviembre de 2015

Historias de miedo, muerte y ciencia: Cadáveres exquisitos


El olor a putrefacción se percibía unos cuantos metros antes de llegar al cuerpo. Estaba medio enterrado bajo la hojarasca, boca arriba. La hinchazón del vientre era cada vez mayor, la piel comenzaba a deslizarse y las larvas salían a borbotones por la boca. Las observó con fascinación.


Era la tercera vez que lo visitaba.

Tomó un par de fotos, y se dispuso a acercarse al siguiente cuerpo.

Cráneo ("Skull"), por Sergiu Bacioiu. Vía Flickr. Algunos derechos reservados (CC BY-NC 2.0).



Estaba unos cuantos metros más allá. El estado de descomposición había avanzado mucho desde la última vez que fue a verlo: las altas temperaturas del verano habían acelerado el proceso. Los huesos empezaban a sobresalir entre el amasijo de tejidos y fluidos. Multitud de insectos campaban a sus anchas. Identificó un par especies de estafilínidos que habían llegado nuevas. 


Siguió el paseo. 


El tercer cadáver que visitó era uno de los más recientes. Era la primera vez que lo observaba. Aún  estaba bastante fresco, y la hinchazón no era tan evidente. El olor aún no era demasiado fuerte, pero el cuerpo estaba rodeado por una nube  de moscas verdes que no paraban de zumbar. Tomó unas cuantas fotos más.


Un mañana rutinaria más en la vida de una entomóloga forense.




Después de la muerte, el cuerpo humano sufre un proceso de descomposición, cuya duración depende de 4 factores principales: temperatura, humedad,  el pH y contacto con oxígeno. Siendo la temperatura el factor más importante (al aumentar la temperatura, se aceleran las reacciones químicas que conducen finalmente a la descomposición del cadáver), su interacción con los otros 3 factores es clave para entender los diferentes grados de descomposición: pHs extremos aumentan la velocidad de degradación de un cuerpo, mientras que  la humedad  y la falta de oxígeno (como en un cuerpo sumergido o enterrado) tienden a ralentizar la descomposición.


Sea como fuere, se identifican 4 fases de descomposición (cuya duración depende de los factores antes mencionados), en el que el aspecto (y olor) del cadáver, así como las comunidades de microorganismos presentes  y otra fauna necrófaga; van cambiando. Si suponemos un cadáver a la intemperie como los de la historia, el proceso se desarrollaría de la manera siguiente:



1. Fase reciente, fresca o cromática- es la primera fase, donde los tejidos blandos comienzan a descomponerse.

Las células, al quedarse sin oxígeno, comienzan a morir. El dióxido de carbono se acumula en su interior, destruyendo las membranas celulares como las de lisosomas, que esparcen sus enzimas conduciendo a la digestión de la célula desde su interior (autolisis) – una acumulación de procesos que culminan con la destrucción de las células. Las “primeras” en caer, las de la epidermis, lo que explica el brillo húmedo (por los fluidos esparcidos) y el deslizamiento de la piel.


Otra característica de esta fase es la lividez del cuerpo  livor mortis, debido a que los glóbulos rojos y blancos se sedimentan por gravedad, ante la ausencia de función circulatoria y respiratoria. La coagulación máxima se alcanza a las 6-12 horas, y el aspecto marmóreo y hedor del cadáver se producirá días después, donde proteínas y sangre se descomponen emitiendo compuestos ricos en azufre.



En los músculos, las células dejan de bombear calcio y empiezan a producir ácido láctico, además de coagularse – todo conduce a la falta de flexibilidad y contracción… Sí, es lo que se denomina rigor mortis, máximo a las 24 horas (si bien después los músculos se aflojan por la autolisis de las células).



Además, se da el llamado algor mortis - el cuerpo se queda frío, a un ritmo de 0,8ºC por hora hasta alcanzar la temperatura ambiente. Esta es la base que explica esa escena que seguramente todos hemos visto en series y películas como en CSI, donde el forense toma la temperatura a un cadáver reciente y es capaz de estimar la hora de la muerte…



En esta primera fase, los primeros en llegar al cuerpo (incluso en los primeros minutos) serán dípteros, como la mosca verde (Lucilia sericata) o la mosca de la carne (Sarcophaga carnaria); que en las primeras 24 horas  se dedican a poner huevos y larvas en el cadáver, en boca, ojos, nariz  y heridas abiertas preferiblemente. El conocimiento del ciclo de vida de estos y otros insectos necrófagos son clave para la determinación de la hora de la muerte en la investigación forense.



2. Fase hinchada o enfisematosa – al cabo de una semana, la proliferación de microorganismos del propio cuerpo así como de nuevos colonizadores, se hace máxima – bacterias, hongos y protozoos “se ponen las botas”, digiriendo los tejidos y emitiendo multitud de gases y compuestos orgánicos volátiles, tales como dióxido de carbono, benceno, metano o sulfuro de hidrógeno. ¿Los reyes del cotarro? La flora intestinal, donde se concentra la mayoría de nuestra flora bacteriana – esto explica que sea en esta región donde se produce la mayor hinchazón del cadáver. Los gases acabarán escapando… Bien por el recto, o bien desgarrando el intestino (¡glups!). Es cuando empieza a percibirse el hedor característico de la putrefacción. Durante esta fase, los huevos de dípteros depositados en la primera fase eclosionan y empiezan a llegar otros insectos, como coleópteros, que depredan estas larvas (son necrófilos). Esta fase suele durar varias semanas.

3. Fase de descomposición activa – la masa muscular y la grasa ya son papilla, gracias a la acción de los microorganismos. Llegan ahora otra oleada de insectos necrófagos, además de más necrófilos, oportunistas y saprófagos; así como otros animales carroñeros, que contribuirán a que durante días (o meses, dependiendo de las condiciones) se terminen de eliminar los tejidos blandos. Se  alcanzarán pHs extremos (básico en contacto con el aire, ácido en ausencia de oxígeno), acelerándose la descomposición.

4. Fase de reducción esquelética o fase seca – pasados ya 2 meses aproximadamente (dependiendo de las condiciones), del cuerpo quedará ya sólo los huesos. Así, entra el proceso de descomposición del esqueleto o diagénesis que conduce  a que quedemos reducidos a  polvo (primero se degrada el colágeno, y después el mineral por acción del ambiente y carroñeros)… O si se dan condiciones especiales, a que quede fosilizado. Pero esa es otra historia…

El relato sólo podría haberse dado en un lugar: en Estados Unidos, donde 6 universidades cuentan con instalaciones de investigación de antropología forense, comúnmente conocidas como “granjas de cuerpos”.  En el resto de sitios, la experimentación forense se realiza con cadáveres de cerdos, que tiene un patrón de descomposición similar al humano.

Bibliografía
 

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